16 dic 2018

Un martes, un 18 de setiembre

No quieras que nunca un escritor entre en tu vida. No dejes que se enamoren de ti. Y mucho menos, no dejes que escriban sobre ti. Les harás daño. 

Piensan más de lo que imaginan. Y de lo que imaginas. Piensan más que actúan. Piensan más que hablan. Y escriben más que piensan, imagínate.


Corrimos todo el Paseo de Lluis Companys hasta llegar al semáforo que nos paró antes de alcanzar el Parque de Ciutadela. Me detuve. Nos detuvimos. Sofocados. La respiración iba casi tan deprisa como cuando te revolucionabas en la cama, aunque esa mirada era algo conocida, era la misma que fulminaba mi alma por las noches. No sabía si querías matarme o darme un beso. Pero el rojo se adelantó en dar el beso al verde y pudimos pasar sin distraernos, me quisiste dejar con las ganas. 

El césped no nos invitó a sentarnos, estaba recién duchado. La noche había dejado unas lágrimas que el sol de hoy le había permitido hacérnoslas ver. No quisimos buscar ningún porqué. Las palomas realzaban el vuelo cada medio minuto. No creo que seamos nosotros los que las asustábamos. Se despejó un banco, enfrente del lago. Fue el elegido. Te quitaste las gafas con cautela, haciendo notar que significaba algo. Entré en el juego del cual tú decidiste empezar. Sin pensar las cosas antes de actuar, raro de un escritor. Haciendo caso a los “Déjate llevar” de aquellos íntimos que más conocían nuestra relación. Te acercaste y brillé. Me diste algún beso, suave, mientras susurrabas estupideces y palabras usuales de ti, aquellas que siempre escucho pero nunca tomo en serio. El borde del banco empezaba a temblar cuando un loro nos visitó, con un plumaje denso y bonito, verde y amarillo. Haciendo un espacio íntimo un poco más sociable. Nos dio que hablar, el loro no se llevaba muy bien con las palomas, nos prefirió a nosotros. Hasta nos posó para alguna foto. El tiempo trascurría sin apenas darnos cuenta. El reflejo del Parque en el lago es de aquellos cuadros sin imperfecciones. Las barquitas causaron un toque especial. Un golpe de aire nos hizo levantarnos de aquel banco. Rodeamos el lago, no recuerdo si me cogiste la mano pero estabas algo juguetón. Me explicabas las mil historietas que tienes en este Parque. Apenas recordarás este momento, pensé.

Parados en el semáforo que nos llevaba a la estación de tren de Arco de Triunfo. Tú de espaldas al rojo, yo mirándote de la manera que los semáforos quieren saber. Me acerqué, esperando que el beso que le dio el rojo al verde volviese a suceder, pero invirtiendo los roles. Escuché esa carcajada tonta tuya, al ver que esta vez las ganas te las dejé yo a ti. Cruzamos el paso de cebra, con el ticket en la mano. Aún quedaban algunos minutos para que llegara el tren. Afortunados, pensé. O como siempre dices, suerte y fortuna

En el andén ya esperando, apoyada con el pie en la pared, me rodeaste con los brazos, me miraste y me diste el beso que el semáforo se había quedado.

19 de abril

1:57 a.m llorar, vaciarte entero. llorar de plenitud, de lo mucho que puedes llegar a querer,  a sentir. sumergidos en un mar de gotas sa...